domingo, 10 de septiembre de 2006

QUIÉN DIJO MIEDO


Hace dos días me honró con su visita una “Reina Mora-de-la-morería” de un reino vecino a la que me une mucho más que una simple amistad (¡¡la quiero!! casi, casi, como a mi “Niña Ángela”). Ante tal acontecimiento todo estaba preparado para que fuese una velada perfecta, incluida una sencilla pero agradable cena.
La “Reina Mora” llegó como siempre seguida de un tintineo de monedas en su cimbreante cadera y en su negra cabellera. Dado que sufre una lesión temporal en el pie, se acomodó en un trono que tengo a disposición de mis visitas en la cocina real, dispuesta a animarme y deleitarme con su dulce y sensual voz mientras yo me dedicaba a la confección del menú.

Siempre he dicho que no hay verdades absolutas, pero el desarrollo de los acontecimientos esa noche me hizo cambiar de opinión. Todas las leyes de Murphy, píldoras de sabiduría, se cumplieron a pie juntillas.

1.- Si existe la posibilidad de que varias cosas vayan mal, la que cause más perjuicios será la única que vaya mal.

Y en una cocina llena de cacharros por la encimera y el fregadero ¿qué es lo que más perjuicio causaría?.... efectivamente: fue abrir el grifo para despejar un poco todo aquello y poder continuar cocinando, y empezar a acumularse agua en el fregadero sin motivo aparente. Un olor pestilente salía de allí. Aterrada y asqueada tiré del decálogo murphyano.

2.- La solución de un problema consiste en encontrar a alguien que lo resuelva. (Ley de Van Herpen).

Quien mejor que mi ex – rey consorte que casualmente se encontraba en palacio. ¡Si se le da tan bien bajar la basura por qué no iba a poder desatascar aquello!
Siempre fue muy bien mandado (por mí claro) y con toda su buena voluntad empezó a aplicar al fregadero el tercer grado. Utilizó todo tipo de instrumentos a modo de desatascador. Pero se debió pasar de rosca porque las cañerías se revelaron y empezaron a escupir agua por todas las rendijas posibles. Consecuencia: la cocina inundada, todos los enseres que había bajo el fregadero empapados distribuidos por el resto de la encimera y yo con un ataque de nervios. Mientras recogíamos el agua como podíamos, nuestra “reina Mora” nos deleitaba con un ritual de zambra granadina que en la exaltación de una fiebre que la iba devorando y la hacía vibrar en estremecimientos medulares, ponía en sus negros ojos la expresión torturada de los siete dolores.

3.- Cuando todo falle, lea las intrucciones (axioma de Cahn)

¡Cómo no lo había pensado antes! Para algo tenían que servir los fascículos de bricomanía que almacenábamos entre polvo y telarañas. Así que consultado el correspondiente a atascos de cañerías en general, dimos con la solución: un líquido maravilloso (denominado desatascador líquido) que en una sola noche te resolvía el problema de por vida. Qué bien, así tendríamos tiempo suficiente para cenar (aunque fuera una simple ensalada y unos panchitos) y ponernos al día de todos los chismes. Así lo hicimos.

4.- De todas maneras, no funcionará (ley de Jenkinson)

- Maaaamaa... maaaamaa… -, de esta deliciosa manera me despertaba al día siguiente, a voz en grito, mi “Niña Ángela”. Sin haber salido todavía de mis dulces sueños, al llegar a la cocina me quedé petrificada ante un espectáculo desolador: todo seguía igual, en el agua estancada habían aparecido como por ensalmo todo tipo de partículas bastante desagradables para la vista y el olfato.

5.- Si no se ha roto, no lo podrá arreglar (ley de las reparaciones)

Me veía todo el finde sin poder usar la pila (porque a ver quién encuentra un fontanero un domingo). Empecé a sentir una ira creciente hacia aquellas cañerías tan inoportunamente atascadas, y ya saben los que me conocen que cuando me cabreo arramplo con todo lo que haya por delante. Así que ni corta ni perezosa decidí poner mis propias manitas a la obra. Con el fascículo nº 13 en la mano, seguí la segunda de las instrucciones, localizar la avería. Miré por arriba, por abajo, por delante, por detrás, y yo lo veía como siempre, por lo que caí en la cuenta de que quizá la avería fuese interna (a veces me sorprendo a mí misma).

6.- Si se traba, fuércela; si se rompe, es que había que cambiarla de todas maneras.

Bajo esta premisa, empecé a desenroscar sin miedo todas las tuercas que encontré por el camino, provista, eso si, del equipo adecuado: mis guantes de cuero multiusos, un casco provisto de una pequeña linterna que compré a mi “niña Ángela” en su época de exploradora por los lugares más difíciles y sucios que pudiera encontrar, una aguja de punto del 2,5 que utilicé durante mi embarazo para hacer aquel jersecito que guardo sin estrenar como una reliquia (no sé si la niña tenía los brazos demasiado cortos o es que me pasé de filas en las mangas), trapos para diversas funciones de orden y limpieza (eso sí, yo soy mu limpia). Fui escudriñando entre naúseas cada sección de la cañería hasta que, claro está, encontré el arma asesina en la última. Un palillo de madera atravesado, en el que se habían ido liando todo tipo de partículas nauseabundas.

7.- Guarde todas las piezas; cualquier herramienta, cuando se suelta, rueda hasta el rincón más inaccesible de todo el taller; cuando vaya a recogerla tropezará con otras herramientas y se hará polvo los dedos de los pies (tres principios de taller)

Lo había conseguido. Orgullosa de mí misma me dispuse a montar de nuevo todas aquellas piezas que con sumo cuidado había dejado en el mismo riguroso orden en que las había desmontado. Pero en esta vida siempre hay que contar con fenómenos imprevisibles que pueden catalogarse como catastróficos, como por ejemplo una hija adolescente. En el momento adecuado entró en la cocina perdida en su mundo de musarañas, con esa habilidad para pisar todo lo que haya por medio sin que eso haga mella en sus pies (de una insensibilidad adolescente). Tuercas, gomitas, tubitos rodaron por doquier. Mi látigo se tensó y lancé un gruñido leonino. Mi “niña Ángela” no daba crédito a lo que veía, encima que se había acercado a darme un beso cariñosísimo para animarme un poco. Para que luego encima fuera diciéndola que es una arisca. ¡Animalito! Y yo tratándola de aquella manera. Esto es lo malo de ser madre, que de una forma u otra encuentran la manera de hacerte sentir culpable de todo lo que les pasa. No sé si me sentía más furiosa por haberme enfadado con ella o por no poder darle un buen cachete. Con mi santa paciencia (bueno esto es mentira, la verdad es que tengo muy poca y de santa menos) busqué en el siguiente fascículo de bricomanía. ¡Mèrde! Me faltaban justo del 14 y el 15. No importa, decidí guiarme por la intuición femenina, que siempre me da muy buenos resultados. Además tenía bastante experiencia para montar piezas de cuando jugaba con mi bebé a los LEGO. Después de probar distintas posibilidades di con la correcta para que el agua corriera a sus anchas. Lo conseguí!!!

Lo positivo de todo esto, aparte de haberme ahorrado un pastón en fontanero, es que ahora puedo poner en mi currículum una nueva cualificación: chapuzas de fontanería. Quién sabe. Incluso he estado pensando que a lo mejor es esto lo que me faltaba para que algún hombre me tome en serio, saber ajustar bien el tubo con unas vueltas de tuerca, sin pasarse de rosca.

9 comentarios:

Carla de La lá dijo...

jajajajaj
Me ha encantado tu ex, el-que-baja-muy-bien-la-basura...
el mío fatal.

princesa del vértigo dijo...

Ay hija, si, sólo por ese motivo dejé que siguiéramos compartiendo casa, con habitaciones separadas pero basura común.

Juan Haldudo dijo...

Mmmm... vale. Tú te encargas de las cañerías y yo de la limpieza y poner la lavadora. Ahora necesitamos alguien que planche... ;-) :-P

princesa del vértigo dijo...

Bueno, no quería decírtelo todavía, pero mi punto fuerte es planchar. Y de la basura ¿se sigue encargando mi ex? o_O

Luis Amézaga dijo...

2.- La solución de un problema consiste en encontrar a alguien que lo resuelva. (Ley de Van Herpen). Princesa del vértigo, te tendré en cuenta cuando mis cañerías se atasquen, y no me refiero a mis conductos sanguíneos.

KAMELAS dijo...

Ahi te equivocas .. no veas como nos gusta a los hombres que las mujeres acudan desesperadas a que les cambiemos bombillas o apretemos un tornillo.

Si no podemos hacer cosicas de esas, que nos queda en esta vida para sentirnos necesarios ?

Juan Haldudo dijo...

Sí, ya, claro. Necesarios dices. Pardillos más bien. Tengo un montón de amigas y suelen ser independientes y bastante autosuficientes. Excepto cuando de mover bultos pesados y/o incómodos de mover. Entonces sale aquello de "como eres más fuerte..." Nchts! anda y que no saben.
Princesa, vale, que se encargue él. El caso es organizarnos... :-P

isterica dijo...

Te iba a decir el truco de la cocacola pero, si no te funcionó el del líquido desatascador, ya no te iba a funcionar nada.
Al menos, te sentirás bien contigo misma por haber arreglado el fregadero! Ah! Y para la próxima ya sabes: llama al telepizza, así no tendrás que fregar ni cocinar

princesa del vértigo dijo...

LUIS AMEZAGA
Correré presta a ayudarte. Pero como soy de la vieja hornada, tendrás que ponerme la clásica cervecita con aceitunas y/o patatas que se servían a los chapus en los buenos tiempos.

KAMELAS
Es que ahora las hembras somos muy independientes, hijo, pero en un momento dado podemos hacernos las tontas... por cierto, Kame, tengo un espejo mágico para colgar en la pared...a mí eso de hacer taladros es que se me da fatal.

MIKEL
Lo dicho

ISTERICA
´Gracias por las sugerencias. Tú si que sabes!!