miércoles, 29 de noviembre de 2006

EL ARTE DE COLOREAR TEMPORAS TAURINAS



Dada la vena artística que últimamente merodea por estos reinos, y a petición de nuestro egregio amiguito (como diría Falinda) Johnny Ingle en el anterior post, he decidido proponer un ejercicio para que todos podáis desarrollar vuestra creatividad, cada cual a su libre albedrío.

Consiste en redecorar estas mis nalgas, rebautizadas por Johnny como témporas (término mucho más espiritual), que quedaron de esta guisa en aquel encuentro artístico-contemporáneo con mi torero-banderillero.

Queda terminantemente prohibido (uy, como me gusta esta palabra):

  • Dirigir miradas lascivas hacia las susodichas. Todo debe hacerse con ojo crítico de artista.
  • Añadir objetos, miembros hostiles o adminísculos agresivos dentro o fuera del área a tratar.
  • Utilizar mis posaderas para hacer cualquier tipo de propaganda subversiva.
Podéis utilizar toda la paleta de colores, texturas, olores (a ver esto quién es el/la guapo/a que lo consigue, para ese/a el premio especial). Nüsh, cariño, sólo te pido que el torito bravo lo dejes, si puede ser, a modo de pepita. Es el único recuerdo que guardo de aquel maestro de la suerte de banderillas.

Y bien, el concurso queda abierto. Libérense...

sábado, 25 de noviembre de 2006

ENTRE LUCES Y SOMBRAS


" San Francisco", fotografía de Javier Campano


En ocasiones siento que el tedio y la monotonía de la vida cotidiana me roban energía y esa armonía que tan necesaria considero para que haya un equilibrio entre las cosas que nos desagradan y las que nos complacen. Por este motivo, hace tiempo que decidí invertir en cosas y experiencias que me produzcan placer, en sensaciones, emociones, búsqueda de la belleza... Siempre con coherencia y respeto, por supuesto.

Uno de mis sitios preferidos para buscar sensaciones placenteras y estimulantes son los museos. A través del arte se produce una catarsis de toda tu vida.

Hace un tiempo, tuve un novio torero-banderillero. Este especimen tipical-spanish, que estuvo lidiando en esta plaza dos temporadas, llevaba el arte en sus venas. Gustaba de experimentar todo tipo de vivencias sensoriales, pero en especial las visuales. En una ocasión fuimos a ver la exposición de fotografía de Javier Campano, en el Museo Reina Sofía. El arte contemporáneo ofrece la posibilidad de transformar el espacio y convertir al visitante en parte de la obra y, al igual que la fotografía de Campano, un museo está repleto de luces y sombras, distribuciones geométricas, espacios donde no hay nada, objetos sacados de contexto. El mundo por el que pasea el visitante está lleno de serenidad, luz y color, pero existe otro mundo paralelo a éste en los accesos restringidos al público. Un mundo en blanco y negro, dividido en luces y sombras, casi fantasmagórico e impregnado de inquietud debido en gran parte a ese carácter prohibido.

La exposición estaba en la tercera planta, así que nos dirigimos hacia el ascensor. La fila que había era impresionante. Mi torero-banderillero, de culito inquieto y prieto, empezó a ponerse nervioso por lo que se me ocurrió que podíamos probar a subir por las escaleras. Pero por más que buscamos, no encontrábamos la forma de acceder por un sitio permitido para ello, así que no tuvimos otra opción que saltarnos las normas y nos aventuramos a través de una enorme puerta de madera junto a la que había una señal de prohibido el paso. Estábamos de enhorabuena, aquella puerta conducía a una escalera por la que empezamos a subir. Sin embargo, al llegar a la tercera planta, la puerta de acceso al mundo permitido estaba cerrada. De pronto, esa circunstancia hizo saltar el resorte. Estábamos atrapados, al otro lado los visitantes paseaban ajenos a lo que ocurría detrás de esos muros. Ni siquiera lo pensamos, refugiados en la protección que nos brindaban las distintas señales restrictivas y las sombras de uno de los rincones de la escalera empezamos a gozar el uno del otro. Entonces, de la nada, surgió ese objeto que faltaba en la parte iluminada de la fotografía, una dulce-ancianita-de-pelo-blanco que con la valiente y retadora inconsciencia que le daba su veterana condición se había aventurado por aquellos parajes.

A diferencia del torero-banderillero que, acostumbrado a estar en ese estado de constante vigilancia y control de todo lo que le rodea, intuye rápidamente cualquier peligro, he de reconocer que yo en esto del acto sexual me ciego completamente, no existe nada más a mi alrededor que nuestros dos cuerpos. Quizás influya también mi creencia en que no puede pasar nada desagradable en cualquier manifestación sexual consensuada y que si en algún momento aparece un testigo involuntario, el propio pudor del que no ha sido invitado a la fiesta, le hará no decir nada.

En esta ocasión se cumplieron mis teorías, ya que sin más la dulce-ancianita se dio media vuelta en su espacio iluminado y nos dejó tranquilos envueltos en las sombras. Sin embargo, aquel desafortunado incidente hizo que el torerito no pasara del tercio de varas, sin llegar a colocar los dos pares de banderillas reglamentarios.

Volvimos al mundo permitido del museo. Todo seguía igual incluso la enorme fila para coger el ascensor, que esta vez esperamos con paciencia. Entramos hasta el fondo, contra la pared de cristal, con una multitud envarada por la cercanía de tantos cuerpos extraños. Es curioso, pero esta situación de estar rodeada de gente mirando al techo y que no sabe como ponerse para no rozarse con el que tiene al lado, me excita sobremanera. Supongo que me siento protegida por esa huída voluntaria de cualquier sensación que experimentan todos los presentes. Yo en cambio me hundo mucho más en ese paraíso de los sentidos. Sentí en mis glúteos, despojados en parte de mis prendas íntimas por las expertas manos del "maestro", el frío cristal transparente que dejaba a la vista de los viandantes aquella jauría contenida por el recinto cerrado del ascensor. Aquella exhibición de mis interioridades, resguardada como estaba por las barreras que ponían las paredes de cristal y la distancia entre el suelo y el ascensor, junto al contraste del frío material con el del calor que sentía a través del ceñido pantalón de aquel "figura", me hicieron sentir en el séptimo cielo. Momento breve pero intenso. Salimos como pudimos de allí pudiendo por fin contemplar la magnífica obra de Campano.

Aquel día conseguí llenarme de sensaciones placenteras y belleza suficientes para poder sobrellevar durante una larga temporada mi monótona vida.

domingo, 19 de noviembre de 2006

SEDA

Die Tänzarin, de Gustav Klimt

Silencios, gestos simbólicos, deseo y pasión condenados al imposible, abandono al destino asumido como se asume la realidad, certeza de la propia suerte.

"Mil veces buscó los ojos de ella y mil veces ella encontró los suyos. Era una especie de triste danza, secreta e imposible."

"Antes de salir de la habitación, miró una última vez hacia ella. Le estaba mirando, con ojos completamente mudos, a una distancia de siglos"

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"Tal vez sea que la vida a veces da tales vueltas que no queda absolutamente nada que decir"

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-¿qué son?
- Es una pajarera
- ¿Una pajarera?
- Sí
- ¿Y para qué sirve?
- Se llenan de pájaros, todos los que se pueda, y después, un día en el que suceda algo feliz, se abren sus puertas de par en par y se mira cómo vuelan libres.

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"Lo dijo despacio, con fatiga, porque nunca había creído que la verdad sirviera para nada"

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"Morir de nostalgia por algo que no vivirás nunca"

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"De vez en cuando, en los días de viento, bajaba hasta el lago y pasaba horas mirándolo, puesto que, dibujado en el agua, le parecía ver el inexplicable espectáculo, leve, que había sido su vida"

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"Puesto que la desesperación era un exceso que no le pertenecía, se volvió hacia lo que había quedado de su vida y empezó de nuevo a ocuparse de ello, con la inquebrantable tenacidad de un jardinero en su trabajo la mañana siguiente a una tempestad"

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- ¿Cómo es el fin del mundo?- le preguntaron
- Invisible

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"Era, por otra parte, uno de esos hombres a los que les gusta asistir a su propia vida, considerando impropia cualquier ambición de vivirla"


Seda, de Alessandro Baricco, es un relato bellísimo, sencillo, hecho para ser contemplado como si de un cuadro se tratara, más que para ser leído.

domingo, 12 de noviembre de 2006

SU BOCA

Birthday, de Marc Chagal

"Todos se despertaron con azúcar en sus labios, pero sólo se dieron cuenta aquellos que se besaron"


Todo a mi alrededor es dulce desde que probé su boca... estoy entre nubes de algodón, de color rosa, como el de las ferias. He cambiado mi castillo por una casita de chocolate, salpicada de anisitos de todos los colores, con un barquillo de chocolate por chimenea. En mi jardín crecen enormes piruletas de fresa, naranja y limón, de las que cuelgan unas hermosas manzanas caramelizadas. Rodeada de luz y color, como el parque donde saboreé por primera vez sus labios de fresa, con sabor a leche merengada aderezada con su aroma de canela.

Nada sabe tan dulce como su boca, de Víctor Manuel

domingo, 5 de noviembre de 2006

CELOS

Interior Summer, de Edward Hopper

Las lágrimas recorren mis mejillas. Lentas, distantes entre una y otra. El corazón se me encoge, me duele. Sin embargo no estoy triste, es algo diferente. Lo pienso y me parece terrible. Llevo todo el día malhumorada, airada, necesito sacarlo fuera pero me cuesta tanto reconocerlo. En realidad no sé si es vergüenza o asombro lo que siento al descubrir el motivo de mi estado de ánimo. Supongo que las dos cosas.

He estado leyendo por aquí y por allá cosas sueltas, sin muchas ganas, retrasando el momento, no sé por qué, de llegar a su espacio. El caso es que ya lo leí ayer, pero cuando empecé a sentir esta sensación me fui. No sabía qué decir. Bueno, sí lo sabía, pero no quería hacer público lo que realmente sentía ¡Me parecía tan absurdo y tan sin sentido!

Nunca me ha gustado quedarme con cosas que me hacen sentir mal así que, como siempre, decidí hurgar en la llaga y llegar hasta el fondo. Abrí la página y releí. Reaparece ese sentimiento….son ¡CELOS! Celos de todas las personas de las que habla, a las que ama, con las que comparte sensaciones, a las que desea. No lo entiendo, no le conozco más que por lo que escribe, no hay ningún tipo de atracción física, pero desearía infinitamente ser yo por la que sintiese y con quien compartiese todos esos sentimientos. Hasta que me doy cuenta de que no es él concretamente lo que deseo sino esa situación, ser para alguien algo así, alguien que estuviese en mi vida de esa manera, con su sensibilidad, su capacidad de amar.

Estos días son de esos en los que más que nunca, sin saber especialmente por qué, necesito alguien a mi lado, alguien real. Así que he decidido evitar durante un tiempo (supongo que no mucho más de un día) leer nada romántico, ni nada parecido a un mundo feliz lleno de amor. Me dedicaré a repasar las majaderías de nuestros políticos, que a fuerza de repetirlas ya no hacen mella en mi ánimo y no corro peligro de enfadarme lo más mínimo. En este tema ya ni siento ni padezco. Espero que no me pase igual con el amor y el sexo.

viernes, 3 de noviembre de 2006

LA NIÑA ÁNGELA ADVIERTE....


.... PORTAOS BIEN CON MI MAMÁ.
OS ESTARÉ VIGILANDO

jueves, 2 de noviembre de 2006

DÍA DE DIFUNTOS



Ayer fue un día muy ajetreado. Todos los primeros de noviembre tenemos la costumbre de abrir las puertas del castillo a todo ser que desee visitarnos. Las estancias están abarrotadas, especialmente los pasillos, lugares predilectos de mi Niña Ángela para recibir a los visitantes. Esta costumbre viene de varias generaciones atrás porque, según cuenta la leyenda, las hembras de mi familia nacemos con unos atributos físicos y psíquicos paranormales, transmitidos de madres a hijas, lo que hace que atraigamos toda clase de espíritus traviesos y viajeros que deambulan a nuestro alrededor como Pedro-por-su-casa. A la Niña Ángela le costó un poco acostumbrarse a ver pasear por los pasillos a todos esos niños tan paliditos con el pelo engominado y la raya en medio o las niñitas con tirabuzones rubios de piel transparente que se la quedaban mirando con ese muñeco sin ojos entre sus brazos. Con el tiempo aprendió que ese era su sino y con gran clarividencia supo sacar partido de su don aceptándolos como si fueran de la familia.

En este día grande todo está dispuesto con sumo cuidado para la gran fiesta en la que nos preparamos para el letargo del invierno, época en la que entramos en una muerte aparente, tiempo de penuria, oscuridad y frío. Las estancias se adornan con cientos de ramilletes de crisantemos pintados con todos los colores del arcoiris, lo que al menos nos alegra el día a nosotras porque los invitados suelen ser bastante serios y tienen cara de amargados. Se hacen las más de 100 camas de las que disponemos dejando una esquina levantada con el fin de que puedan acostarse y descansar en paz esa noche. Para que no se pierdan, el camino hacia el castillo está señalizado con lucecitas especiales que arden flotando sobre una capa de aceite lo que sirven también para señalar a las almas el camino de vuelta hacia su fría-casa-de-piedra. Estos seres, también llamados espíritus, le echan mucho morro y si no les limpias bien sus mármoles y piedras de acceso a su vivienda son capaces de quedarse todo el año contigo.

Desde el día 1 de noviembre hasta el mediodía del día siguiente deambulan por todas las torres y habitaciones de mi castillo y nosotras nos dedicamos a charlar con ellos de cosas super-importantes del más allá y del más acá. Mi ex-rey-consorte, que por su varonil condición ni siente ni padece, se dedica mientras tanto a atiborrarse con los huesitos de estos santos, manjar denominado huesos-de-santo, valga la redundancia. También suelo preparar para la ocasión buñuelos de viento que son muy facilitos de hacer porque, como su nombre indica, sólo hay que inflar una bolita de harina con aire-impregnado-en-crema. Claro que luego vienen los problemáticos gases, pero eso no nos preocupa demasiado, ya sabéis por posts anteriores que mi médico es especialista en este mal.

Entre todos estos aparecidos no podían faltar esos remedos de Don Juan Tenorio, de Zorrilla, que me rondaron en su día y que derechos partieron hacia un mundo mejor. Me doy cuenta que en el fondo nada cambia, aquí o más allá, la escenita es la misma. En un pis-pas convierten en un panteón mi lindo palacio-de-cristal.

D. Juan.-

Años ha
que falto de España ya,
y me chocó el ver al paso,
cuando a esas verjas llegué,
que encontraba este recinto
enteramente distinto
de cuando yo lo dejé.


Escultor.-

Yo lo creo; como que esto
era entonces un palacio,
y hoy es panteón el espacio
donde aquél estuvo puesto.

......................

Escultor.-

Pues habitó esta ciudad
y este palacio heredado,
un varón muy estimado
por su noble calidad.

D. Juan.-

D. diego Tenorio.

Escultor.-

El mismo.
Tuvo un hijo este Don Diego
peor mil veces que el fuego,
un aborto del abismo.
Un mozo sangriento y cruel,
que con tierra y cielo en guerra
dicen que nada en la tierra
fue respetado por él.
Quimerista, seductor
y jugador con ventura,
no hubo para él segura
vida, ni hacienda, ni honor.
Así le pinta la historia,
y si tal era, por cierto
que obró cuerdamente el muerto
para ganarse la gloria.

D. Juan.-

Pues ¿cómo obró?

Escultor.-

Dejó entera
su hacienda al que la empleara
en un panteón que asombrara
a la gente venidera.
Mas con condición, que dijo
que se enterraran en él
los que a la mano cruel
sucumbieron de su hijo.
Y mirad en derredor
los sepulcros de los más de ellos.

.......................


Vuelven con la misma historia año tras año: que si no es verdad ángel de amor, lo de la apartada orilla, la luna brillando y demás sandeces repetidas hasta la saciedad...

...Y a Dios piden con afán
que los libere sin más
de su castigo divino.
Pero si estos desalmados creen
que, cual incauta Doña Inés,
voy a arriesgar sin tino
mi alma por ellos
ya pueden irse
por donde han venido.
Ya tuve mi purgatorio en vida
por su ambición desmedida
y crueles despreciaron mi ternura
y en su torpeza y locura
siguieron con bárbaro afán.
Justo es que ahora me vengue
enviándoles por ende
a la peor de las torturas
en manos de Satanás.

JA,JA,JA,JA,JA,JA,JA,JA (risa cavernosa)

Otra cosa que me ha entretenido siempre mucho es leer los cariñosos epitafios que sus amigos y familiares tuvieron a bien poner sobre sus tumbas. Así me encontré una vez, navegando por la red, todas estas hermosuras (pardiez que se me ha quedado ese deje cantarín de los Tenorios mentados)

Y me puede la impaciencia
por saber a ciencia cierta
qué me dejarán mis deudos
cuando este mundo cruel deje
en pos de lares más buenos.