jueves, 14 de septiembre de 2006
DE SENTIMIENTOS Y EMOCIONES
Un objeto que está o que no está, un movimiento, ese olor..., una frase dicha en un momento en apariencia irrelevante, alguien o algo en teoría muy familiar que te resulta desconocido, cosas de las que conscientemente no nos damos cuenta, de repente despiertan sensaciones, sentimientos o emociones que, por inesperadas, no sabes por donde coger. Y no se trata de uno solo, sino de un cúmulo de sentimientos, muchas veces opuestos los unos a los otros, que se entremezclan a capricho en apariencia.
Estos últimos meses estoy viviendo una de las etapas de mi vida de mayor seguridad y autoestima (aunque aún me queda). La relación con mi Niña Ángela es estupenda, también con mi "ex-rey-consorte" al que destroné hace ya seis años, con mis amigas, con todos vosotros. Y en un momento.... no me entiendo.
Estoy leyendo mi correo. Sin saber por qué, de repente, me siento inquieta. No veo nada raro... mi ex-rey-consorte está sentado a mi lado, tiene las gafas puestas, en las manos algo, no sé, no le presto atención, sigo a lo mío. Tengo una sensación de extrañeza ¿por qué? No quiero saber. Se levanta azorado, dubitativo, algo quiere pero percibe mi desinterés. Sale de la habitación y caigo en lo inusual de la situación: lo que tenía en sus manos era ¿una revista sobre cómo educar "bien" a los hijos? Eso ya era raro en una persona que no lee mucho más que el MARCA (y no lo digo despreciativamente) pero no, había algo más... ¡estaba sentado a mi lado, intentando leer y comentar conmigo alguno de los artículos! El estómago se me empieza a encoger. ¿Se puede saber qué me pasa? Me estoy enfadando conmigo misma (esto me ocurre a menudo cuando dejo que ocurran cosas que no me hacen sentir bien).
La irrupción de mi Niña Ángela en la sala invadiéndolo todo me hace creer que aquello desaparecerá en un instante. Me equivoco. Reaparece mi ex, ahora como padre-de-la-criatura, y las dos féminas vemos asombradas como le invita a leer un artículo sobre la menstruación, las hormonas, tampax y demás martirios que debemos sufrir las mujeres a causa de nuestro original pecado. Por lo visto se le ocurrió comprárselo así, sin más, a él solito. Siento que aquello ya no está en el estómago, sube hacia el pecho, me ahogo, ¿tengo ganas de llorar?. El padre-de-la-criatura intenta, torpemente, crear un interés común por aquellos temas con mi Niña Ángela pero ante la cara de jota de ésta, poco habituada a que el padre-de-la-criatura llegue a invadir su espacio hasta aquel extremo, abandona y hace mutis por el foro.
- ¡¡Será........!!!
Por fin, lo verbalizo. Sale mi terrible ira (porque mi ira, aunque normalmente muy breve, es terrible, más que la del resto de los mortales, por aquello de que soy leonina). En este caso más breve que de costumbre al estar delante mi Niña Ángela. Ésta intuye que algo grave pasa e intenta saber, pero no creo conveniente el seguir verbalizando todo aquello que se me estaba viniendo a la mente desde lo más profundo de mi corazón. Pero a mí misma no me lo callo: siento el dolor de la soledad que sentí durante todo el embarazo y la niñez de mi hija (me centro en esto que va más con el tema, pero podría hablar de todo el matrimonio). Nunca, y digo nunca, se dignó a sentarse a mi lado a leer ni una sola de las revistas y libros que compraba mensualmente para informarme de todo lo que una buena super-madre responsable y moderna debe saber para el buen criar de sus hijos. Eso eran cosas de su inteligentísima y cultísima esposa. Ni siquiera le interesó leerlas en la soledad de su tele-sillón. Y ahora viene dándoselas de super-padre, haciéndome ver en su cara la molestia que le causa mi inexplicable desinterés en un tema como este. Me siento muy mal....
Eh, para, para... pero qué es esto? ¿Rencor? Aaaah, no. Si de algo puedo presumir es de no ser rencorosa, acreditado por todos mis enemigos y psicólogos que no llegan a entender como no he matado a algunos. Y no es porque ese voto de no-rencor sea una virtud en sí misma, al contrario, no es más que una demostración de mi egoísmo y mi debilidad ante el dolor. No podría soportar vivir con eso dentro de mí durante mucho tiempo, más sabiendo que al sujeto odiado no le va a repercutir para nada y a mi me va a joder la vida. ¡Pues vaya gilipollez de sentimiento!
Mientras en estas estaba, me di cuenta de que en el mundo exterior mi Niña Ángela seguía dudando de la autoría de aquel desaguisado. No puede ser que esto se le ocurra a mi padre-me decía - seguro que se lo ha dicho la novia esa que tiene, que es una listilla que siempre se mete donde no la llaman. Mira por donde, los celos si que nunca han formado parte de los defectos en mi haber, ni por asomo. Aunque observo que mi hija si sufre a veces por ello. Y por eso la hago ver que aunque hubiese sido la novia-pija-de-su-padre no tiene porqué molestarse, que lo hace porque cree que así puede ayudar al padre-de-la-criatura, de corazón. A mí me parece que tiene buenas ideas, la mujer. Los artilugios para la cocina que se va trayendo de vez en cuando mi ex tienen su aquel, aunque el ganchito a juego con el bolso para colgar éste en cualquier sitio en el que te encuentres (sea la barra de un bar atestado de gente o el W.C. inmundo de aquel antro donde te entró una urgencia llámese intestinal o sexual) me parece de un excesivo pijerío para mí. En lo que no hay discusión es en las croquetas: ahí la saco mucha ventaja. Fijaos hasta donde llega mi bondad y respeto para con mi ex, y el amor de madre, todo hay que decirlo, que cuando le hace comerse a mi Niña Ángela las croquetas de su nueva pija-princesa en un pis-pas le doy el cambiazo por las mías sin que se dé cuenta y me como yo las suyas (hasta donde hemos llegado).
Tan convencida se quedó mi Niña que no tuvo reparos en empezar a hojear aquella revista y comentarla conmigo. Nos reímos de los supuestos motivos por los que mienten los hijos (ella se descojonaba, "estos no tienen ni idea", decía), nos pusimos serias con las hormonas y hábitos para pasar mejor el síndrome premenstrual. Y entonces se me desvelaron muchas cosas: ya no sentía ningún rencor, realmente había sido algo pasajero precisamente porque aquella soledad estaba ya lejos. Ahora estaba llena de amor. Amor hacia mi maravillosa hija que me da todo su cariño y su atención, hacia mis amig@s que están ahí cuando l@s necesito y ,por encima de todo, amor y orgullo hacia mí que nunca me he abandonado y que he sabido vivir sin necesitar ayuda de nadie (aunque haya tardado casi toda mi vida en darme cuenta de esto).
Pero todávía me quedaba una sensación de desazón y lástima recordando la impresión de tristeza y soledad que me transmitía mi ex-rey-consorte cuando salió de la habitación. Últimamente me ha comentado en repetidas ocasiones que envidia la complicidad que hay entre mi hija y yo, que no entiende por qué con él no es así, que le duele. Para quedarse más a gusto ha encontrado una explicación lógica: a veces las cosas son así porque sí, conmigo tiene más empatía y a él le hace más caso cuando le manda fregar los cacharros (pero le sigue doliendo). No le digo nada porque no quiero hacerle más daño, pero yo sé que no es esa la razón. Puede que el nivel de testosterona tenga algo que ver con la mayor o menor facilidad para la empatía (sobre esto leer aquí), pero lo que tengo muy claro es que las relaciones hay que trabajarlas, nada se te da por tu cara bonita. Si no has sembrado comunicación, diálogo, tolerancia, no puedes esperar que de buenas a primeras eso se te dé. Es cierto que últimamente, quizá porque se ha dado cuenta de lo solo que está, se está esforzando, pero no sabe cómo hacerlo. Así que como también soy muy generosa, creo que voy a ayudarle un poco, por el cariño que en el fondo le tengo, pero sobre todo por el amor que le tengo a mi hija.
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1 comentario:
No sé bien qué decir. De momento, y hasta que me recupere, gracias. Me emociona leerte.
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