jueves, 31 de agosto de 2006

SALVADOR DE BAHÍA (I)

Viaje al paraíso

Una sirena y una princesa deambulando por la terminal 4 del aeropuerto de Barajas, cargadas de maletas con todos los enseres propios de personajes de su categoría. Tres pisos abajo por interminables escaleras mecánicas, otros tres arriba, dos a la derecha, una con bucle, el trenecito turístico, por supuesto, y chiquicientos interminables pasillos hasta llegar a la tan anhelada puerta de embarque. Allí estaba, vuelo IWD9807 a Salvador de Bahía (Brasil). Habíamos cogido un viaje de 8 días a esa ciudad que se me antojaba un paraíso, algo que pudimos constatar durante toda nuestra estancia (vaaale, ya sabemos que no existen los paraísos en este mundo, pero esto se parecía mucho). Por todos lados se respira color, ritmo, hospitalidad, alegría (a pesar de la gran pobreza manifiesta). La sonrisa te dura hasta la vuelta.

En realidad, el nombre completo es Salvador de Bahía de Todos los Santos, porque fue descubierta el 1 de noviembre de 1501. La bahía se convirtió en uno de los puntos más conocidos y visitados del Nuevo Mundo ya que reunía excelentes condiciones portuarias, por lo que los portugueses, que no tenían ninguna ciudad en América, pusieron el ojo en ella y decidieron construir una ciudad que sería la sede de la nueva colonia. Es así como, en 1549, la armada portuguesa al mando de un tal Thomé de Souza, que sería el Gobernador General, llegaba a lo que es hoy Porto da Barra (aquí es donde teníamos nuestro hotel) fundándose oficialmente la ciudad, que fue capital del Brasil colonial desde 1549 hasta 1763. Según la tradición portuguesa se fundó sobre una colina, dominando la inmensa bahía. Enseguida empezaron a llevar esclavos africanos. Bahía es la capital "africana" de Brasil, ya que fue la región que más esclavos africanos recibió para trabajar en las plantaciones de azúcar, café y cacao, y también en las minas del interior. De hecho, la gran mayoría de la población es de raza negra.

Pero volviendo al viaje, después de este apunte histórico. Lo que realmente creo que me ha marcado de este viaje han sido las personas con las que nos hemos ido encontrando. La imagen que nos queda de un lugar suele estar determinada por las relaciones que mantenemos con su gente. Supongo que no todo el mundo será maravilloso, pero en general en Salvador de Bahía impera la amabilidad, alegría, sensualidad, hospitalidad. Por eso he decidido contaros el viaje a partir de esas personas que nos han acompañado, empezando para ello desde el momento en que pusimos el pie en el avión.

Pablo, Fede …y una innumerable compañía masculina

Nuestros asientos estaban en la última fila, en la cola del avión. Justo detrás, tapados por unas cortinillas, se sentaban las azafatas/os, fue de allí de donde salió. Unos grandes ojos color miel, labios carnosos y tiernos, la cabellera tipo Bisbal y con más glamour que el mismo Boris Izaguirre. Era “ideal”. Como dama recatada que soy dejé caer disimuladamente mi billete, señal a la que respondió con suma caballerosidad.

- Perdona, ¿eres Mariaan?
- Si claro (eso ponía en el billete, para qué le iba a contradecir)
- Soy Pablo y creo que esto es tuyo. Para todo lo que quieras aquí me tienes para hacerte el viaje lo más agradable posible.

Dicho y hecho, desde aquel momento le nombré mi azafato personal. Un gran acierto porque en todo momento estuvo a la altura de alguien de la realeza como yo. Me mimó, me adoró, me hizo reir, me tapó cuando tenía frío y me dio sensatos consejos a seguir con los brasileños (especialmente en lo referente a las fiestas privadas). Nunca hubiese soñado un viaje mejor. Mientras tanto la sirena se encontraba en el asiento de al lado (sólo había tres en esa fila) con el mismo Neptuno. Venía del Mediterráneo, de la ciudad Condal. Su nombre humano, Fede. Formábamos una tríada perfecta. Pareciese que nos conociéramos de toda la vida. Nunca me había reído tanto en un viaje ni me había sentido tan cómoda, sensación que evidentemente era común a los tres. Aquello llegó a un nivel de intimidad tal, que los pasajeros de las filas delanteras empezaron a removerse nerviosos en sus asientos. No sé cómo, pero de repente nos encontramos rodeados de una multitud inusual en un pasillo de avión. Los cubatas corrían de mano en mano, sesiones fotográficas, todos exultantes. El piloto viendo que las azafatas (porque los azafatos se habían unido a la fiesta) no se hacían con ello, tuvo que improvisar y entrar en una zona de turbulencias para aplacar la euforia de los pasajeros. No quedó más remedio que irse cada uno a su asiento y ponerse el cinturón. Y entonces fue cuando me di cuenta: había tres damas escasas, el resto eran caballeros andantes de todos los tipos, edades y colores. Al observar sus dientes afilados y largos tentáculos la sirena me aclaró que no eran caballeros, sino tiburones y pulpos en busca de una especie de sirena que por lo visto es autóctona de Brasil. Estaba claro que desconocían la Odisea, de Homero, y por tanto el terrible peligro que corrían cuando escuchasen los cantos hechiceros de aquellas pececitas.

"Llegarás primero a las sirenas, que encantan a cuantos hombres van a su encuentro.Aquel que imprudentemente se acerca a ellas y oye su voz, ya no vuelve a ver a su esposa ni a sus hijos rodeándolo, llenos de júbilo, cuando torna a su hogar; las sirenas lo hechizan con el sonoro canto, sentadas en una pradera en el centro de un enorme montón de huesos de hombres putrefactos cuya piel se va consumiendo."

(Homero: Odisea, Canto XII).

En su Odisea, Homero nos habla de unos guerreros griegos al mando de Ulises que, de regreso a casa luego de la guerra con Troya, entre los tantos castigos de desorientación a que fueron sometidos por la ira de los dioses troyanos, tuvieron que enfrentarse a las Sirenas, unos seres extraños que tenían la importante capacidad seductora para hacer que sus víctimas perdieran su norte y olvidaran todo aquello en lo que hasta entonces habían creído, al punto de que ya no serían capaces ni siquiera de reconocer a su propia familia, a su propia esposa e hijos. Las Sirenas podían lograr que cualquier hombre olvidara su propia memoria histórica y que perdiera el mapa de su propia vida y de sus propios recuerdos y objetivos personales. Esto no lo lograban con razonamientos ni con argumentaciones, ya que no podían hablar, sino con unos extraños sonidos embriagadores cuyo poder radicaba, precisamente, en la eliminación del lenguaje y de la racionalidad.

El complejo de Ulises podría describir el comportamiento de aquellas personas que, a partir de una determinada experiencia, comienzan a actuar, hablar y pensar de modo inconsistente con lo que hasta ese momento siempre habían declarado como su sistema de creencias, normas y valores. Ante tal cambio, su estado mental se traduce en confusión, desconcierto y perplejidad. Los rasgos de ese estado cognitivo, conforman todo un cuadro típico, el síndrome de la Perplejidad. Ocurre que el modo en el cual reaccionan frente a esa nueva experiencia que están viviendo no logra ser coherente con su anterior sistema de creencias, valores y normas, el que siempre habían declarado, y entonces ya no saben cómo responder al compromiso de coherencia al que todo individuo está obligado: no saben si la falla está en el mismo sistema que siempre habían declarado o si, en cambio, por debajo de ese sistema declarado, en realidad siempre funcionó otro sistema inconfesado (y, tal vez, inconfesable) que sí es consistente con sus nuevos comportamientos, pero que ellos nunca reconocieron o no quisieron reconocer. Toda esta duda, esta dificultad en armonizar sus propios compromisos de coherencia, se expresa en un absoluto silencio ante los argumentos, en una tendencia a las conductas viscerales, en racionalizaciones constantes y en una gran orfandad intelectual. Al hablar de conductas 'viscerales' o de 'visceralidad' me refiero a la negación de la racionalidad, conformada por el doble hecho siguiente: primero, la persona no logra responder a ningún argumento o razonamiento que impugne su conducta, actitud o modo de pensar y, sin embargo, persevera en esa conducta o actitud, aun sin argumentos que la justifiquen racionalmente; y, en segundo lugar, la persona enfoca los hechos bajo el filtro primario de alguna emoción o sentimiento frente a esos hechos. Cuando ocurre este hecho doble, estamos frente a la 'visceralidad'


Neptuno nos contó que iba con 4 amigos cuya idea del viaje era la de pasarse la semana a base de juergas con seductoras brasileñas (pagando o no). Aquello nos resultaba difícil de asimilar. No acabo de entender que para acostarte con alguien tengas que atravesar todo el Atlántico, y menos pagando (el viaje cuesta lo suyo). Eso creo que lo tenemos aquí relativamente fácil y si es pagando, mucho más, pudiendo elegir además mujeres de cualquier país sudamericano. Otra cosa es que si te surge y te apetece, lo aproveches. Y por detalles que ya os iré contando, creo que también está creciendo el número de mujeres que van atraídas por el turismo sexual. Esto sí que lo entiendo mucho menos, si para ellos es posible en España, para nosotras ni te cuento.

Por lo que pude constatar al regreso, las expectativas de aquellos machitos, en general, se habían cumplido, y con creces, ya que, por lo que varios me contaron durante las largas ocho horas de viaje, no eran prostitutas, sino simplemente chicas muy agradables que se hacían amigas suyas, les acompañaban durante toda la semana, altruistamente, sin ningún tipo de exigencia económica. Si les habían dado algo era por generosidad, así como las copas y comidas, por supuesto. Nuestro amigo Fede también nos contó que en las discotecas (nosotras no fuimos a ninguna, lástima) todas se ofrecían devoradas por un deseo incontrolado a los turistas, pero sin ningún ánimo de lucro claro, sólo porque los españolitos, italianos y portugueses tienen mucho más sex-appeal que aquellos musculosos bahianos, de piel morena y sedosa, mirada seductora y labios carnosos….las entiendo!!! En honor a la verdad daba gusto verles derrotados en sus asientos, cayéndoseles la baba mientras dormían, con esa sonrisa placentera. Ya habían cumplido para todo el año con aquellas buenas samaritanas.

Me alegro por ellos, pero también hay que tener muy en cuenta que tras esto se esconde también un porcentaje elevado de tráfico de mujeres y pedofilia, y no estoy diciendo que todos los que iban en el avión lo hicieran, pero si que se están potenciando con este tipo de turismo cada vez más esos delitos. Pese a que el ejercicio de la prostitución no está reglamentado en el país, el Ministerio de Trabajo en Brasil la define como una actividad catalogada para permitir que las personas que viven del sexo puedan ser incluidas en campañas oficiales de salud o hasta hacer aportes al Instituto de Seguros Sociales de cara a una futura pensión. Dicha clasificación oficial establece que una de las actividades de los llamados "profesionales del sexo" es "acompañar clientes", entre ellos a los turistas. En una entrevista a Cecy Prestrello de la agrupación Mulher Vida, esta indica que "existe una creciente demanda por prostitución infantil, principalmente por parte de alemanes, italianos y otros europeos, que vienen a Brasil atraídos, no por la cultura y las playas, sino para tener sexo, frecuentemente con menores más jóvenes de lo que las leyes permiten". Otros activistas aseguran que una de las causas del aumento del turismo sexual en Brasil es su disminución en otras partes del mundo. Plantean que las restricciones impuestas en el este de Asia, han reorientado la demanda hacia América Latina. También dicen que Brasil es víctima de su propia imagen publicitaria, donde el país es retratado como la tierra de la samba y la sensualidad, utilizando fotografías de mujeres semidesnudas.

Propósitos más o menos lícitos aparte, Pablo y Fede nos hicieron pasar un vuelo de lo más agradable y espero que nosostras a ellos también. Creo que sí, al menos así nos lo manifestaron. Desde aquí un beso.

1 comentario:

Luis Amézaga dijo...

Qué triste el turismo sexual. ¿Es que la gente no tiene autoestima? Yo suelo ser mucho más solvente. Prefiero enterarme del horario de una camarera, y asediarla durante horas porque sé que no se puede escapar de la barra y está obligada a una sonrisa :D